Periodismo y conflicto armado son antípodas (opinión)


Sin duda, en tiempos de conflicto armado la labor del periodista involucrado en informar sobre los hechos que ocasiona esa guerra y su contexto es muy difícil, no en pocas ocasiones, hasta mortal.

Como el torero en un ruedo, el periodista que cubre el conflicto expone su integridad, su vida. Es periodismo al límite, extremo. Es pasión en juego por la defensa de valores y principios. La inmensa mayoría de los llamados corresponsales de guerra se caracteriza por sus fuertes convicciones alrededor de la lucha por la vida, la verdad, la paz y la democracia. Aunque hay que reconocer que algunos envilecidos lo hacen por dinero.

Es conocido, por común, el lugar que dice que “en cualquier guerra la primera baja es la verdad”. Porque para los bandos en contienda es clave monopolizar la información o entregar la versión más favorable de lo que sucede en cualquier campo de batalla. En ese contexto, la labor del periodista que informe con independencia, con rigor, que logre confrontar las fuentes involucradas, es oro en polvo, una labor muy preciada, porque ayuda a su audiencia (en Internet, Tv., radio o prensa) a entender el conflicto, a comprenderlo racionalmente, lo que allana el camino de la razón, revela la irracionalidad de cualquier conflicto armado y aporta en la búsqueda de su solución pacífica.

En cambio, un conflicto como el colombiano, con más de cincuenta años de vigencia, más de 200 mil muertos, con un lastre de dolor y atraso, ha recibido un cubrimiento parcializado por la mayoría de los medios de comunicación del país. Porque estos medios, por negocio y por la ideología de sus dueños, han tomado partido en la guerra a favor de uno de los bandos en contienda, lo que les ha quitado fuerza moral, autoridad para cubrir imparcialmente el enfrentamiento armado.

No obstante, en Colombia hemos tenido el honor de ver actuar e informar a muchos periodistas independientes en medio de las balas y las granadas. Pero han sido ínsulas de valentía y coraje, la excepción, lo marginal.

Si en nuestro país el periodismo hubiera sido libre, independiente, con seguridad el panorama de la guerra interna habría sido otro. De pronto, no hubiera sida tan larga, tan demencial y tan sufrida.

Es importante que los nuevos periodistas, además de aprender en sus facultades las técnicas más modernas para investigar, narrar y describir con las más avanzadas herramientas tecnológicas, también reciban una sólida formación filosófica, ética y política que les permita enfrentar e involucrarse en la confusa y múltiple realidad de hoy, en la que la guerra no está ausente, e informar con entereza, con seriedad sobre lo que pasó, pasa y pasará, lo que quizás indirectamente contribuya a crear las condiciones para terminar con la conflagración, el horror y la brutalidad.

En conclusión, aunque parezca maniqueo, sin serlo, los objetivos morales del periodismo, como son la verdad, la objetividad (honesta subjetividad), la independencia, la vida, el ser humano y su complejidad, son contrarios a los objetivos inmorales de la guerra, que no son más que los de la muerte.


   

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