La casa amarilla
Una casa amarilla está en la mitad de un cerro. Tiene una terraza de baldosas rojas y una verja metálica color tierra oscura. Colgadas, en materas o enterradas en el jardín entorno, relucen trinitarias o veraneras, cayenas, helechos, crotos y begonias. Casi desde el borde de la terraza comienza la pendiente del terreno en el que pequeños árboles de mango, naranja y limón le disputan el espacio a malezas, hierbas y rastrojos de todas las variedades. Al costado izquierdo de la casa, donde está el acceso a la terraza y a la puerta principal, hay una explanada de tierra pisada en la que crecen irreductibles y triunfadoras, las cuerdas de esa grama invasora llamada Estrella o Guinea. Por el mismo lado izquierdo, pero unos metros arriba de la explanada está el portón de acceso. Frente a él está la angosta vía veredal que remonta el cerro para comunicar la vía principal de la vereda con un camino peatonal que zigzaguea entre la montaña y lleva, como un atajo, hasta la cab...