El ciclista de la cantimplora roja (Cuento)
Para mi amor lindo, que con su risa estimuló esta evocación y su escritura. En el patio de la casa, entre el lavadero con su aura de verdín y el callejón de los orines del perro, desarmaba la bicicleta, siempre que podía, como en un ritual de orfebre. Limpiaba el barro, la tierra revuelta con grasa que se apelmazaba a los rodamientos de los ejes de las ruedas, de las bielas y el manubrio. Solo por el placer de saber cómo funcionaban o para dejarlos al pelo o por la simple condena de desarmarlos para volverlos a armar. ¾ ”Macanudo Julio Arrastía, haga el cambio desde la punta del pelotón de la carrera…”, vociferaba altisonante, desde una vieja grabadora con radio, un locutor deportivo a mil kilómetros de allí, en la transmisión de la Vuelta Mayor que recorría las épicas montañas del interior del país durante tres semanas. En esos momentos, Domingo Domínguez, llamado “Dodo” por sus amigos -frisaba los 16 años, recién liberado de los controles de infancia de sus padres- se ...