Pablo Bickenbach: osadía, temple y regularidad en la pista (crónica)

El cuarto domingo del pasado abril, Pablo Bickenbach, la figura más joven del automovilismo colombiano, se coronó campeón de la Segunda Copa Sprint, su primer título en el automovilismo deportivo.

Fue, la última, la válida más tensionante para Pablo de toda la carrera. En la primera prueba del día partió en la posición dieciséis, mientras que su más peligroso rival, el veterano Lucio Bernal, arrancó séptimo. El duelo fue tenso. En la meta clasificaron en la sexta y segunda posición, respectivamente.

Para la serie crucial, a 30 giros, Bernal ocupó el quinto lugar en la grilla de partida. Bickenbach pisó el acelerador del auto marcado con el número 50, fijando la mirada en los ojos de su antagonista, desde la undécima plaza, quien lo observaba por el espejo retrovisor.

Todos los representantes de la Esso –su patrocinador en las dos ediciones celebradas hasta ahora de la Copa Sprint- estaban muy nerviosos. Su padre tampoco pudo ocultar la tensión del momento. Con él trazó una estrategia. Pablo estaba sereno. Sólo había estado intranquilo tres días antes de las última válida, pero el sábado retornó la calma a sus nervios.

Entonces, ese domingo obtuvo la gloria luego de que vio bajar en una temblorosa alegría la bandera a cuadros en la meta. La décima y última válida de la competencia la ganó el ducho Jorge Cortés, con segundo puesto de Lucio Bernal, mientras el campeón cruzaba en el séptimo lugar lo que redujo a 11 los 16 punto de ventaja que tenía antes de largarse la carrera de cierre.

Bickenbach se llevó la corona con un total de 357 puntos contra 346 de Bernal. Durante la temporada ganó las válidas segundas y séptima. En las ocho restantes nunca cruzó después de los diez primeros. Al final esta figura rutilante del automovilismo derrotó a pilotos consagrados por –según algunos de los rivales- su osadía, temple y regularidad.

Nacido para triunfar

Los que más sorprende es su juventud. Apenas cumplirá 22 años. Parece un colegial de undécimo grado. Es conversador, de miembros largos y sencillo en el trato. También de numerosos gestos, hablar rápido y elocuente. “Soy muy sociable”, dice.

Su abuelo nació en Alemania. No obstante, en las década de los treinta llegó a Colombia. Aquí, con muchos inmigrantes que cruzaron desde el otro lado del océano, con tesón y trabajo forjó varias empresas. Pero fue de su padre de quien heredó el gusto y la afición por la velocidad, que practicó en la década de los sesenta, con mucho esfuerzo y dedicación, el automovilismo, cuando en el país se vivía la era de piedra de ese caro deporte.

Luego pasó a la práctica del golf. Entonces Pablo Bickenbach padre trató de inducir a su pequeño hijo entre palos, bolas y campos verdes. Pero, para futura gloria del vértigo y la velocidad, al infante nunca la gustó. “Siempre lo odié, lo aborrecí”, afirma hoy el joven piloto bogotano.

Cuando cumplió los 13 años comenzó todo. A Pablo se le metió en la sangre el urticante ‘virus’ de la velocidad. La fiebre comenzó a subirle. Primero fue por el kartismo. Para el caso, con la complicidad y ayuda de su madre, ahorró dinero hasta tener la mitad de lo que costaba uno de esos pequeños vehículos sin carrocería, sin caja de cambios ni suspensión, pero que desarrollan velocidades de fascinación.

La otra mitad, obviamente, salió de los bolsillos de su padre. Comenzó a competir a los 14. Entre los años 1983 y 1987 obtuvo dos campeonatos nacionales de kartismo y un título bogotano. En el 86 compitió en el Mundial de Karts, en Jacksonville, Estados Unidos, donde llegó a la meta en el octavo lugar, lo que aún constituye la mejor figuración de un kartista colombiano en una competencia de este nivel.

El sueño de la Fórmula Uno

En 1988 saltó al automovilismo, a la mayoría de edad, a la escuela superior. Recibe la propuesta de correr la primera Copa Sprint y además obtiene el sólido y permanente respaldo de la Esso Colombiana. En esta primera edición ocupó el puesto quince. Sin embargo cree que pudo alcanzar una mejor figuración si no hubiera encontrado resultados adversos en las dos últimas válidas. En una fue sancionado injustamente, y en la otra sufrió un aparatoso accidente que dejó su carro con las llantas girando para arriba.

Ahora, luego de su brillante triunfo en la segunda edición, participará en la tercera Copa Sprint, que tendrá la largada el 20 de mayo. En esta prueba defenderá su campeonato como un tigre, porque los demás competidores no sólo buscarán el título, sino derrotar al flamante campeón de la temporada 1989-90.

En el futuro, Pablo Bickenbach aspira a competir en la categoría de la “Fórmula Colombia”, que en la actualidad vive una etapa de transición, plagada de innumerables dificultades. “Si mejora, participo”, expresa con convicción. De todos modos, él no se preocupa demasiado por las eventualidades. Porque “siempre hay algo que hacer”, diagnostica.

Pero, definitivamente, su sueño dorado es llegar a ser un hombre de Fórmula Uno. Aspiración que considera quedará como una “dulce utopía”, aunque hoy, con su constancia y coraje, la está arañando. Este pesimismo le surge de una realidad: es muy difícil llegar a concretar el sueño de la Fórmula Uno, por lo muy costoso que es una participación a este nivel, no obstante el valioso apoyo que presta en la actualidad la empresa privada a las diversas categorías que compiten en el automovilismo colombiano.

Por esto reconoce la vital contribución de algunas empresas al progreso reciente de este deporte en Colombia. “Han sido como unos papás. No se limitaron a prestarme el respaldo económico. También me dan apoyo en la pista, acompañándome en las buenas y en las malas”, exclama con firmeza y afecto. 

Facetas en eclipse

Aparte de las carreras, Pablo tiene especial cuidado con sus estudios universitarios. Cursa sexto semestre de Economía en la Universidad de los Andes. También es muy religioso: asiste a misa y reza con mucha devoción los días previos a las carreras.

Entre sus pasatiempos está el cine y la lectura. Siente especial fascinación por las obras de García Márquez, especialmente por Cien años de soledad y El amor en los tiempos del cólera. Así mismo, detesta el tema del automovilismo en las fiestas y reuniones de amigos.

Por otra parte, el tráfico de la calles de la capital le produce amargura. Por esto normalmente no sale a sus calles en las horas pico. Prefiere quedarse en casa.

Por su talento y consagración, todo parece indicar que el fulgurante destino de Pablo Bickenbach fijará pautas en el futuro del automovilismo nacional, a pesar de que el 22 de abril pasado obtuvo su primer título en el apasionante deporte del motor y la velocidad.

Bogotá, 30 de abril de 1990.



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